miércoles, enero 11, 2006

si lo dice crónica

viernes, enero 06, 2006

El rey de las pistas



Se ve que algunos bobos nunca entienden la magia. Para vos, Cunnilingus, Tulquirst, Johny Quest o no sé cómo carajo te pusiste para no decir tu nombre. Fijate si podés ponerte los anteojos (un elemento de la civilización que podría dañar tu naturismo) para mirar un ratito esta foto (¿sabrás lo que es una foto?).

Contemplá, flaquito, el rey de las pistas. Meteoro. Este, nabo, es el que no conocés. El que -decidiste- no merecía tu tiempo. El que reemplazaste jugando con tréboles y chupando pastitos y sorprendiéndote con los colores de la corteza del ombú. El gestito es pobre pero representa la unidad de una década. Lo que hay atrás del pibe con el casco es un auto. Se inventaron hace tiempo y sirven para que la gente viaje sin tener que recurrir a un caballo.

Este dibujito animado tenía cosas brillantes. El mono que se escondía en el baúl era monumental. Y yo no sé cómo se llamaba en japonés el pibito que ayudaba a Meteoro, ese que tenía en la cabeza algo que se parecía a la pulpito (¿sabrás lo que es una pulpito?) pero partida a la mitad. No sé cómo se llamaba en japonés pero la traducción era brillante: Chispita. El pendejo era Chispita. Y si no lo sabés, Tribiquits, es porque te falta civilización. Afrontalo. Porque a Mazinger lo nombraste solito. O sea: lo conocías aunque no lo vieras porque estabas pastando. Pero de Meteoro, ni el nombre. Ni el cosquilleo. Ni la mínima cercanía al conductor ese que hacía con el auto lo mismo que hoy se hace con el celular. Te perdiste un universo: la piba que estaba buena, el otro piloto (que era el hermano, ¡qué groso!) que tenía una capucha con una X y un auto amarillo porque era muy cool. Buenísimo.

Pero vos tranquilo, Tarambotis, andá a los pinos. Yo sé que la vida de pueblo es así. En definitiva nos conocemos todos, porque somos todos iguales.

jueves, enero 05, 2006

Confesión

Cuando me tengo que levantar temprano a la mañana, pongo el despertador más temprano para apagarlo y poder dormir un poco más.

Ejemplo: si me tengo que despertar a las 6 de la mañana, mi despertador suena a las 4.
Puteando, miro el reloj para descubrir que tengo dos horas más de sueño.

Es estupendo, tan estupendo como la palabra estupendo.
Lo recomiendo.

Forza Italia


Quizás será una suerte de homenaje a nuestros ancestros. Suele ocurrir que a algunos les corra cierto cosquilleo por el estómago al hablar de los primeros europeos de la familia que pisaron nuestra tierra. Sobre todo aquellos que tienen ascendencia italiana, fervientes defensores de su temperamento (porque todos alguna vez soñamos con protagonizar alguna obra maestra de la mafia siciliana cinematográfica) y confesos devoto de la buena pizza (a esta altura del partido, ya se le reconoce semejante calificación a la de Güerrín o la de Ugi's) y las salsas.
Realmente siento que esta es la explicación más lógica con respecto a la fiebre que se gestó en la Ciudad de Buenos Aires con la portación de las remeras A+, que contienen inscripciones en italiano y que no sólo visten a líderes de la vida como un peludito llamado Nicolás Cabré y un futbolísta que fracasó en Italia (sí, en Italia) apellidado Castromán, sino que lograron trascender las diversidades del poder adquisitivo en nuestra sociedad.
Primero fueron los Trolls con pelos de colores que daban suerte (por diosss), luego aparecieron los tamagochis (perfecto consuelo para personas con deficiencias reproductorias o con serios problemas de vínculo), las bicis playeras adornaron (junto a las topper de lona y alguna remera de entrenamiento de un club de fútbol argentino) la utilería perfecta del pibe de barrio, fiel a la esquina de siempre y que nunca pensó en romper los códigos de amistad de lo' pibe'. Pero bueno, ahora llegaron las "remeras italianas" y hay dos caminos por tomar: acostumbrarse a leer "Tifosi" o "Siamo Fuori" en cada pecho argentino o tratar de erradicarlas. Por eso, voy a tratar de dar un par de items para identificar a un portador de Remera A+, cuando éste no la lleva puesta:

1) Tiene teléfono Nextel, y lo utiliza en el modo handy (dado vuelta y hablando desde el parlantito de su parte de atrás) generalmente para hablar de boludeces y no para discutir realmente sobre el trabajo.

2) En su mano derecha deja entrever la portada de "El código Da Vinci". No vaya a ser cosa que se piense que es un inculto de mierda.

3) Silba con asiduidad algún tema de Ricardo Arjona (preferentemente "señora de las cuatro décadas", para demostrar que a las mujeres las quiere por su interior).

4) Por último y clave en estos últimos meses, porta en su muñeca derecha una pulserita de goma. El color puede ser combinado entre los colores patrios (Bien argentino) o algún color fijo como amarillo, rojo, o verde ("Yo solo quiero luchar desde mi humilde lugar por la paz mundial").


¿Hasta cuándo hay que seguir soportando esto?

miércoles, enero 04, 2006

Valentín Cucco, "el cabrón"

De entre los tantos tahúres que merecen o merecerían ser nombrados por la Enciclopaedia Britannica -o, al menos y para ponerme a tono con los tiempos que corren, la Microsoft Encarta- no debe faltar el nombre de Valentín Cucco, hábil número seis del Esportivo Imponderables, lateral de encare y buena pegada en la época en que la función del defensor era meramente defender. Un vanguardista el tipo.

(En aquel entonces el engaño era considerado un arte. A mi humilde entender, el hecho de que hoy ya no se lo vea de esa manera no es más que otro síntoma de la decadencia de la civilización occidental.)

(En aquel entonces, por lo tanto, el verde del campo de fútbol no era más que una versión particularmente extensa del paño de una mesa de juego; Cucco, "el cabrón", así lo entendía y en eso radicaba su genialidad.)

Nadie como Cucco a la hora de patear un penalty. Su rostro -sus ojos- le escondían al portero la intención del tiro como se oculta un black jack al croupier. "El cabrón" pateaba penales con cara de póquer. 26 goles en igual cantidad de ocasiones lo atestiguan.
Pero su labor no se limitaba a ejecutar la pena una vez que esta había sido sancionada. Como un buen abogado, Cucco ganaba el pleito aún antes de que el pitazo marcara el inicio del partido. En una época en que los medios aún respetaban la intimidad a los gladiadores antes de la gesta, se han perdido los diálogos que "el cabrón" sostenía con los referees en el círculo central, los minutos previos a cada encuentro. Pero lo cierto es que Cucco gustaba a los árbitros, los predisponía bien. Aquello -su labia, su habilidad para hilar las palabras justas, de una manera casi subliminal me atrevería a afirmar- bien le valía el favor de los jueces ante cada jugada dudosa y también ante jugadas que, de haber sido protagonizadas por cualquier otro, hubiesen sido clarísimas. Cosas que se han perdido en esta época de telebín y repeticiones con ángulo invertido.

"Es que el fútbol es como el truco", explicaba a quien lo invitara a una caña en el bar de Villegas. "Si te vienen las cartas hay que ganar. Pero si la mano viene ciega, a apechugarla y sacar el uno por uno".

Cucco entendía al fútbol como un deporte intelectual. "Es como el ajedrez", llegó a afirmar, temerario, al microfono de una radio de Santa Rosa, luego de que el seis hiciera 2 de los 3 goles con que el Esportivo Imponderables venciera al Social Catalunya, de la capital pampeana, por la Copa Carlos Segura, allá por 19..
Es por eso que, a pesar de ser un incansable hombre de equipo -era el primero en llegar y el último en irse de cada entrenamiento- también supo cultivar su cultura. Entre sus favoritos mencionaba a Verne, a Salgari y a Poe, aunque una noche, en privado y luego de varias copas, me confesó nunca haber podido terminar "El Cuervo". "Es la gran deuda de mi vida", lagrimeó, y yo sabía que era mentira porque él siempre mentía -¿siempre miente?- y porque días antes, en una velada no menos alcoholica, lo escuché recitar el poema completo y en inglés, lengua que nunca estudió -o eso, al menos, era lo que afirmaba.

Abandonó una aún promisoria carrera futbolística a los 24 años, cuando emigró a los Estados Unidos para probar suerte en Hollywood. "Siempre soñé con ser actor", fue su despedida antes de subir al avión. No volví a tener noticias suyas, aunque una vez creí verlo de espaldas por la calle en una película de mafia que enganché -traducida y con cortes- un jueves a la noche por canal 13.

martes, enero 03, 2006

Grandes errores del sistema

Todos la tomamos como una frase irrisoria. Sonreímos y no tomamos conciencia de que se nos está tomando el pelo constantemente y que nuestra vida corre un grave peligro mientras unos pocos dueños de grandes corporaciones disfrutan de alguna nueva mansión en Fort Lauderdale.

Basta Grupo Plaza, basta de la abejita de la línea 44, basta de la línea 1 (que todos sabemos por donde pasa pero jamás viajamos en alguna unidad), basta del "indique su destino al conductor", basta de los asientos que miran hacia la parte de atrás del colectivo y dan náuseas al viajar.


Señores, a ver si de una vez por todas se dan cuenta de su error y corrigen la estrepitosa frase de "MIRE HACIA ATRAS AL BAJAR", cuando todos los vulgares mortales que alguna vez viajamos en colectivo, sabemos que se debe mirar hacia la derecha para que algún banana que viaja sin manos en su mountain bike modelo '95 (fruto de la primavera menemista) no nos atropelle mientras canta a gritos el último hit de Thalía que se emite en su ipod.

Después nos quejamos de la seguridad y hacemos publicidades estúpidas para concientizar a las masas con el tráfico...

Muchachos, empecemos desde cero, a ver si cambiamos el cartelito y alguna vez todos podamos sentirnos orgullosos de viajar seguros en el transporte público.

Cuando no hay nada para decir, se hace un blog


En realidad nuestros objetivos son múltiples. Creo que apuntamos a una pequeña satisfacción, sin importarnos demasiado cuál. Como explotar los cositos-tipo-burbujitas de plástico que vienen envolviendo los elementos esenciales en las cajas de las cámaras de fotos.
Cualquier persona que pase nueve horas frente a un monitor podrá comprenderlo. Hay locura, sí. No lo negamos. Hay aburrición, sí. Pero también hay cosas que dijeron personas más inteligentes que nosotros y que nos resultaron un disparador. Porque no sabremos mucho de nada; y aunque sepamos bastante de muy poco, sabemos nada de mucho más que el resto de la gente.

Agradecemos su lectura si llegaron hasta acá.
Desde Buenos Aires, desde el verano, desde la búsqueda de una complicidad,
una nueva hora comienza.

Bueno loco, que arranque algo con onda.
Salud y copas.

Ah, sí. La foto es de Nino Bravo.