viernes, enero 06, 2006

El rey de las pistas



Se ve que algunos bobos nunca entienden la magia. Para vos, Cunnilingus, Tulquirst, Johny Quest o no sé cómo carajo te pusiste para no decir tu nombre. Fijate si podés ponerte los anteojos (un elemento de la civilización que podría dañar tu naturismo) para mirar un ratito esta foto (¿sabrás lo que es una foto?).

Contemplá, flaquito, el rey de las pistas. Meteoro. Este, nabo, es el que no conocés. El que -decidiste- no merecía tu tiempo. El que reemplazaste jugando con tréboles y chupando pastitos y sorprendiéndote con los colores de la corteza del ombú. El gestito es pobre pero representa la unidad de una década. Lo que hay atrás del pibe con el casco es un auto. Se inventaron hace tiempo y sirven para que la gente viaje sin tener que recurrir a un caballo.

Este dibujito animado tenía cosas brillantes. El mono que se escondía en el baúl era monumental. Y yo no sé cómo se llamaba en japonés el pibito que ayudaba a Meteoro, ese que tenía en la cabeza algo que se parecía a la pulpito (¿sabrás lo que es una pulpito?) pero partida a la mitad. No sé cómo se llamaba en japonés pero la traducción era brillante: Chispita. El pendejo era Chispita. Y si no lo sabés, Tribiquits, es porque te falta civilización. Afrontalo. Porque a Mazinger lo nombraste solito. O sea: lo conocías aunque no lo vieras porque estabas pastando. Pero de Meteoro, ni el nombre. Ni el cosquilleo. Ni la mínima cercanía al conductor ese que hacía con el auto lo mismo que hoy se hace con el celular. Te perdiste un universo: la piba que estaba buena, el otro piloto (que era el hermano, ¡qué groso!) que tenía una capucha con una X y un auto amarillo porque era muy cool. Buenísimo.

Pero vos tranquilo, Tarambotis, andá a los pinos. Yo sé que la vida de pueblo es así. En definitiva nos conocemos todos, porque somos todos iguales.