miércoles, septiembre 06, 2006

El abanderado de los humildes



Simplemente gracias.
Desde nuestro luto combativo, lo vamos a extrañar.

martes, agosto 15, 2006

Simplemente arte

Cuando yo te conocí, te invité a salir:
vamos a la fiesta de un amigo
hay mucho escabio y mucho ruido.

Un chabón me deliró y un roscazo se comió
me echaron de la fiesta
y me quedé sin chica y sin cerveza.

Al rato me puse a caminar
en busca de un bar
y al rato lo encontré
y mas de diez cervezas me tomé.

Por la vidriera del bar
veo mi chica y mi amigo pasar
que van directo a ese hotel
que esta al frente de este bar.

Pido la cuenta al mozo
no me alcanza para pagar
yo intento despegar
y a la seccional voy a dar.

Coro: Que mala suerte que tengo yo
que a esa chica no la pude transar
mi amigo se la cogió!
Y yo estoy en la seccional

que mala suerte que tengo yo
Y yo estoy en la seccional
Que mala suerte que tengo yo

Y yo estoy en la seccional
que mala suerte que tengo yo
Que mala suerte que tenes vos.

Mosca, 1994.

jueves, marzo 30, 2006

Decime cuál, cuál, cuál es tu nombre

Miguel Morales hoy es feliz. Acaba de cumplir 21 años, pero ya alcanzó el sueño de su vida.

Todavía se acuerda de aquellos mediodías, cuando bailaba el "ukayaka, Nico, Nico", en la cocina de su casa tras retornar de su escuela Mariano Moreno.
Siempre quiso ser actor, desde las cenas familiares hasta cuando jugaba al dígalo con mímica y exageraba cada gesto cuando tenía que representar "Hombre mirando al sudeste" (película que uno siempre dice pensando que es difícil y la adivinan en menos de 27 segundos). Por eso se anotó en la Escuela de Norman Brisky..."es el tipo que hizo de Barreda en Sin Condena", le dijo a un amigo cuando pregunto quién era semejante personaje. En cada clase, así como cada ensayo se sacaba sus zapatillas para "recibir las energías positivas de nuestra tierra en la parte más honesta del cuerpo: los pies". Después probó con la improvisación con los chicos de Sucesos Argentinos, pero a los tres meses se aburrió porque era "poco serio".

Hasta que en enero de este año se enteró de que Canal 13 estaba haciendo un casting para un programa con Nicolás Repetto. Todos los hermosos recuerdos de su pubertad se le vinieron a la cabeza. Así fue que llegó al estudio para realizar la prueba. Se declaró confeso admirador de Marcel Marceau (nunca lo vio pero le dijeron que era un buen mimo) y de paso improvisó con el famoso número en el que se tira de una soga poniendo caras que mezclan signos de esfuerzo y picardía. A los productores les encantó su performance. Y así quedó en el programa de Nico. Y así, hoy, aparece en el televisor de todos los argentinos.

Miguel Morales hoy es feliz. Hoy tuvo sus diez segundos de protagonismo en el que pudo decir "¿usted me está tomando el pelo, sr. Repetto?", cuando el animador no le quiso mostrar el tesoro que tenía escondido en una caja de zapatos (juego de antaño en la caja bobi). Fueron 9 segundos y 34 centésimas, para ser más exacto. Pero en este lapso temporal pudo hacer todo lo que estudió durante sus 5 años en el teatro y pudo sacarle siete lágrimas a su madre Noemí, que todavía sigue pasando cuadro por cuadro la grabación del programa para deleitarse con el Nene.

La historia de un chico que la luchó y hoy consiguió lo que siempre buscó. Felicitaciones Miguel.

miércoles, enero 11, 2006

si lo dice crónica

viernes, enero 06, 2006

El rey de las pistas



Se ve que algunos bobos nunca entienden la magia. Para vos, Cunnilingus, Tulquirst, Johny Quest o no sé cómo carajo te pusiste para no decir tu nombre. Fijate si podés ponerte los anteojos (un elemento de la civilización que podría dañar tu naturismo) para mirar un ratito esta foto (¿sabrás lo que es una foto?).

Contemplá, flaquito, el rey de las pistas. Meteoro. Este, nabo, es el que no conocés. El que -decidiste- no merecía tu tiempo. El que reemplazaste jugando con tréboles y chupando pastitos y sorprendiéndote con los colores de la corteza del ombú. El gestito es pobre pero representa la unidad de una década. Lo que hay atrás del pibe con el casco es un auto. Se inventaron hace tiempo y sirven para que la gente viaje sin tener que recurrir a un caballo.

Este dibujito animado tenía cosas brillantes. El mono que se escondía en el baúl era monumental. Y yo no sé cómo se llamaba en japonés el pibito que ayudaba a Meteoro, ese que tenía en la cabeza algo que se parecía a la pulpito (¿sabrás lo que es una pulpito?) pero partida a la mitad. No sé cómo se llamaba en japonés pero la traducción era brillante: Chispita. El pendejo era Chispita. Y si no lo sabés, Tribiquits, es porque te falta civilización. Afrontalo. Porque a Mazinger lo nombraste solito. O sea: lo conocías aunque no lo vieras porque estabas pastando. Pero de Meteoro, ni el nombre. Ni el cosquilleo. Ni la mínima cercanía al conductor ese que hacía con el auto lo mismo que hoy se hace con el celular. Te perdiste un universo: la piba que estaba buena, el otro piloto (que era el hermano, ¡qué groso!) que tenía una capucha con una X y un auto amarillo porque era muy cool. Buenísimo.

Pero vos tranquilo, Tarambotis, andá a los pinos. Yo sé que la vida de pueblo es así. En definitiva nos conocemos todos, porque somos todos iguales.

jueves, enero 05, 2006

Confesión

Cuando me tengo que levantar temprano a la mañana, pongo el despertador más temprano para apagarlo y poder dormir un poco más.

Ejemplo: si me tengo que despertar a las 6 de la mañana, mi despertador suena a las 4.
Puteando, miro el reloj para descubrir que tengo dos horas más de sueño.

Es estupendo, tan estupendo como la palabra estupendo.
Lo recomiendo.

Forza Italia


Quizás será una suerte de homenaje a nuestros ancestros. Suele ocurrir que a algunos les corra cierto cosquilleo por el estómago al hablar de los primeros europeos de la familia que pisaron nuestra tierra. Sobre todo aquellos que tienen ascendencia italiana, fervientes defensores de su temperamento (porque todos alguna vez soñamos con protagonizar alguna obra maestra de la mafia siciliana cinematográfica) y confesos devoto de la buena pizza (a esta altura del partido, ya se le reconoce semejante calificación a la de Güerrín o la de Ugi's) y las salsas.
Realmente siento que esta es la explicación más lógica con respecto a la fiebre que se gestó en la Ciudad de Buenos Aires con la portación de las remeras A+, que contienen inscripciones en italiano y que no sólo visten a líderes de la vida como un peludito llamado Nicolás Cabré y un futbolísta que fracasó en Italia (sí, en Italia) apellidado Castromán, sino que lograron trascender las diversidades del poder adquisitivo en nuestra sociedad.
Primero fueron los Trolls con pelos de colores que daban suerte (por diosss), luego aparecieron los tamagochis (perfecto consuelo para personas con deficiencias reproductorias o con serios problemas de vínculo), las bicis playeras adornaron (junto a las topper de lona y alguna remera de entrenamiento de un club de fútbol argentino) la utilería perfecta del pibe de barrio, fiel a la esquina de siempre y que nunca pensó en romper los códigos de amistad de lo' pibe'. Pero bueno, ahora llegaron las "remeras italianas" y hay dos caminos por tomar: acostumbrarse a leer "Tifosi" o "Siamo Fuori" en cada pecho argentino o tratar de erradicarlas. Por eso, voy a tratar de dar un par de items para identificar a un portador de Remera A+, cuando éste no la lleva puesta:

1) Tiene teléfono Nextel, y lo utiliza en el modo handy (dado vuelta y hablando desde el parlantito de su parte de atrás) generalmente para hablar de boludeces y no para discutir realmente sobre el trabajo.

2) En su mano derecha deja entrever la portada de "El código Da Vinci". No vaya a ser cosa que se piense que es un inculto de mierda.

3) Silba con asiduidad algún tema de Ricardo Arjona (preferentemente "señora de las cuatro décadas", para demostrar que a las mujeres las quiere por su interior).

4) Por último y clave en estos últimos meses, porta en su muñeca derecha una pulserita de goma. El color puede ser combinado entre los colores patrios (Bien argentino) o algún color fijo como amarillo, rojo, o verde ("Yo solo quiero luchar desde mi humilde lugar por la paz mundial").


¿Hasta cuándo hay que seguir soportando esto?

miércoles, enero 04, 2006

Valentín Cucco, "el cabrón"

De entre los tantos tahúres que merecen o merecerían ser nombrados por la Enciclopaedia Britannica -o, al menos y para ponerme a tono con los tiempos que corren, la Microsoft Encarta- no debe faltar el nombre de Valentín Cucco, hábil número seis del Esportivo Imponderables, lateral de encare y buena pegada en la época en que la función del defensor era meramente defender. Un vanguardista el tipo.

(En aquel entonces el engaño era considerado un arte. A mi humilde entender, el hecho de que hoy ya no se lo vea de esa manera no es más que otro síntoma de la decadencia de la civilización occidental.)

(En aquel entonces, por lo tanto, el verde del campo de fútbol no era más que una versión particularmente extensa del paño de una mesa de juego; Cucco, "el cabrón", así lo entendía y en eso radicaba su genialidad.)

Nadie como Cucco a la hora de patear un penalty. Su rostro -sus ojos- le escondían al portero la intención del tiro como se oculta un black jack al croupier. "El cabrón" pateaba penales con cara de póquer. 26 goles en igual cantidad de ocasiones lo atestiguan.
Pero su labor no se limitaba a ejecutar la pena una vez que esta había sido sancionada. Como un buen abogado, Cucco ganaba el pleito aún antes de que el pitazo marcara el inicio del partido. En una época en que los medios aún respetaban la intimidad a los gladiadores antes de la gesta, se han perdido los diálogos que "el cabrón" sostenía con los referees en el círculo central, los minutos previos a cada encuentro. Pero lo cierto es que Cucco gustaba a los árbitros, los predisponía bien. Aquello -su labia, su habilidad para hilar las palabras justas, de una manera casi subliminal me atrevería a afirmar- bien le valía el favor de los jueces ante cada jugada dudosa y también ante jugadas que, de haber sido protagonizadas por cualquier otro, hubiesen sido clarísimas. Cosas que se han perdido en esta época de telebín y repeticiones con ángulo invertido.

"Es que el fútbol es como el truco", explicaba a quien lo invitara a una caña en el bar de Villegas. "Si te vienen las cartas hay que ganar. Pero si la mano viene ciega, a apechugarla y sacar el uno por uno".

Cucco entendía al fútbol como un deporte intelectual. "Es como el ajedrez", llegó a afirmar, temerario, al microfono de una radio de Santa Rosa, luego de que el seis hiciera 2 de los 3 goles con que el Esportivo Imponderables venciera al Social Catalunya, de la capital pampeana, por la Copa Carlos Segura, allá por 19..
Es por eso que, a pesar de ser un incansable hombre de equipo -era el primero en llegar y el último en irse de cada entrenamiento- también supo cultivar su cultura. Entre sus favoritos mencionaba a Verne, a Salgari y a Poe, aunque una noche, en privado y luego de varias copas, me confesó nunca haber podido terminar "El Cuervo". "Es la gran deuda de mi vida", lagrimeó, y yo sabía que era mentira porque él siempre mentía -¿siempre miente?- y porque días antes, en una velada no menos alcoholica, lo escuché recitar el poema completo y en inglés, lengua que nunca estudió -o eso, al menos, era lo que afirmaba.

Abandonó una aún promisoria carrera futbolística a los 24 años, cuando emigró a los Estados Unidos para probar suerte en Hollywood. "Siempre soñé con ser actor", fue su despedida antes de subir al avión. No volví a tener noticias suyas, aunque una vez creí verlo de espaldas por la calle en una película de mafia que enganché -traducida y con cortes- un jueves a la noche por canal 13.